Cuando cumplí los 20 sabía perfectamente que en la década en la que entraba mi vida se iba a decidir: terminar los estudios, encontrar un trabajo estable, una pareja... y no me equivocaba, con esto no quiero decir que mi veintena haya sido tranquila.
Siempre me imagine a mi misma como Carrie o Samantha, una mujer independiente economicamente y sentimentalmente, es decir, una mujer con un buen trabajo, viajera ya fuera por placer o por obligación, independiente, con o sin pareja, sin intención ninguna de casorios y/o hijos, a gusto con su físico y su estilo.....
Bueno pues de Carrie o Samantha na de na. Me he convertido más bien en Miranda, tengo un buen trabajo, un marido, una hija de 2 años, lo de los grandes viajes me ha tocado posponerlo un tiempo, y lo de mi físico y mi estilo... bueno es algo que no me quita el sueño, ni el hambre, ni las ganas de ir de shopping.
El matrimonio y la maternidad sin duda han sido los puntos de ruptura con mi yo imaginado. El apostar fuerte por mi marido cuando irrumpió en mi mundo y vencer mis miedos sobre la maternidad cuando me enteré de mi embarazo han sido dos de las decisiones no solo más importantes, también han sido dos de las decisiones más fáciles que he tenido que tomar en mi vida, cuando las decisiones son las acertadas lo sabes y es sencillo pasar olimpicamente de las propias ideas preconcebidas sobre uno mismo.
Hoy cuando cumplo 30 soy consciente que llevo una vida con la que nunca soñé, que no es ni mejor ni peor que esa que imaginaba, es sencillamente distinta. Tengo la vida que yo he decidido tener.
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